El Valle de Boí, enclavado al noroeste de la provincia catalana de Lleida, alberga un patrimonio de imenso valor, destacando como una de las joyas arquitectónicas y artísticas del arte románico a nivel global.
Este resguardo de historia y cultura fue reconocido en el año 2000 por la UNESCO, que declaró a nueve de sus templos religiosos como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Entre estas venerables estructuras se encuentran Sant Feliu de Barruera, Sant Joan de Boí, y Santa Maria de Taüll, entre otros, que son testimonio de la rica tradición románica que floreció en esta región.
Coll es una encantadora aldea situada a una altitud de 1.180 metros, escondida en la serenidad de las montañas.
La Iglesia Parroquial de Santa María es su joya, una estructura románica que data del siglo XII. Ubicada a las afueras del pueblo, esta iglesia ha sido testigo del paso del tiempo, manteniendo su esencia intacta. Su arquitectura sencilla y robusta es un reflejo de las tradiciones románicas, permitiendo a los visitantes un viaje al pasado mientras exploran sus venerables pasillos.
Iran, un poco más elevado y a la derecha, es una población idílica con solo once habitantes.
En su corazón yace la Iglesia de San Clemente, un modesto templo románico de una sola nave que pese a su tamaño, rebosa de historia y devoción. Este enclave, perdido en el tiempo, ofrece una experiencia única de tranquilidad y reflexión espiritual en un entorno natural inigualable.
Barruera, la capital del Valle de Boí, acoge a poco más de seiscientos habitantes.
Entre sus tesoros se encuentra la Iglesia Parroquial de Sant Feliu, una edificación que data de los siglos XI-XII. Situada cerca del río Tor, conserva una torre cuadrada de cuatro pisos con aberturas de medio punto, permitiendo una vista panorámica del valle. Su proximidad al río añade un encanto especial, con el suave murmullo del agua complementando la serenidad del lugar.
Durro, situado a 1.386 metros de altitud, es una pintoresca aldea que captura la esencia de los pueblos pirenaicos con sus casas de piedra y vistas montañosas.
La Iglesia de Santa María de la Natividad es su joya arquitectónica, un templo del siglo XII. El interior alberga un retablo barroco del siglo XVIII y un campanario de cinco pisos de planta cuadrada que se erige como un icono del pueblo, ofreciendo una vista panorámica inolvidable de los Pirineos.
Ubicada en la ladera del pico Erill, la población de Erill la Vall invita a explorar la Iglesia de Santa Eulalia.
Este templo, con su nave única y techo de pizarra al estilo lombardo, es un homenaje a la arquitectura románica. En su interior, una pila bautismal del siglo XI y el soporte del altar del siglo XII tallado en un único bloque de piedra, cuentan historias de fe y tradición que se han entrelazado a través de los siglos.
Boí es el portal hacia la exploración natural y arquitectónica, siendo el punto de partida para visitar el Parque Nacional de Aigüestortes y el Lago de San Mauricio.
La Iglesia de San Juan, un templo románico lombardo del siglo XI, sirve como un preludio histórico a las maravillas naturales que esperan. Con un campanario del siglo XII y reproducciones de pinturas murales de los siglos XI y XII, la iglesia es un viaje visual a través de la historia artística y espiritual de la región.
En Taüll, el corazón del románico late fuerte con dos joyas arquitectónicas: la Iglesia de Santa María y la Iglesia de San Clemente.
Santa María, en el centro del pueblo, destaca por su estructura de tres naves y una torre-campanario de cinco pisos.
San Clemente, por otro lado, es famoso por el pantocrátor que preside su ábside, una copia del original que se encuentra en el MNAC, siendo un testimonio majestuoso de la rica herencia románica catalana.
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